miércoles, 15 de octubre de 2014

JOSÉ MANUEL LLEDÓ: Juan Eugenio Blanco Rodríguez: Perfil de un combatiente por la justicia social

Juan Eugenio Blanco Rodríguez
Nos gustaría, cada vez que un camarada divisionario emprende su último viaje, para presentarse ante Dios, dar sobre él una extensa nota necrológica, dándoos cuenta detallada de quien fue en la vida terrenal. Con profunda pena nos encontramos con que, en muchos casos, apenas sabemos nada de él. En otras ocasiones, gracias a Dios, si que disponemos de información mucho más amplia, porque el “guripa” que nos ha dejado era muy famoso, o tenía una estrecha relación con el BLAU DIVISION [*]. Es el caso de Juan Eugenio Blanco Rodríguez, que falleció el día 22 de julio en Madrid, a los 96 años de edad, según ya os comunicamos en el BLAU anterior. Hubo, sin embargo, que dejarse muchas cosas “en el tintero”, por falta de espacio.


Su encantadora hija Mercedes, que le cuidaba en sus últimos años, y que nos trasmitió la triste noticia, nos ha mandado una larga carta:

“Juan Eugenio Blanco Rodríguez, mi padre, nació en La Coruña, el 4 de abril de 1918, hijo de Darío y de Pilar, maestros nacionales; fue el tercer hijo de los cuatro del primer matrimonio de mi abuelo (mi abuela murió cuando mi padre tenía nueve años); del segundo matrimonio nacerían otros cinco hermanos, sin contar a los que murieron de niños. No conocí a mi abuelo; sé que mi padre le quería mucho, como quería mucho a sus hermanos, todos fallecidos antes que él menos su hermana mayor, Picuca, que sólo le ha sobrevivido dieciocho días. A mediados de los años 20, la familia marchó a Pontevedra. Tendría él unos trece años cuando se trasladaron a Madrid, y ya no se movió de la capital salvo una estancia de cinco años en Barcelona. Como suele pasarle a los gallegos, conservó de por vida un poderoso vínculo sentimental con Galicia, y nos inculcó a nosotros sus hijos algo de ese sentimiento. Todos los Años Santos íbamos a ganar el Jubileo, y lo hemos seguido haciendo hasta que su salud lo ha permitido.

Al comenzar la Guerra Civil, mi padre estaba con su familia pasando el verano en Ayllón (Segovia). Era falangista, muy admirador de José Antonio, y se incorporó enseguida a la 2ª Centuria de la 1ª Bandera de Castilla. Fue herido en febrero de 1937 en el frente del Jarama. Luego le atacó la tuberculosis y fue hospitalizado en Béjar, donde pasó un año hasta que le declararon inútil para el servicio. La tuberculosis se había llevado la vida de su madre y la de varios de sus tíos maternos. Es fácil imaginar que cuando subía las escaleras del Santuario de Nuestra Señora del Castañar escupiendo sangre, lo que menos podía creerse es que llegaría a cumplir los 96 años.

Para alistarse en la División Azul, un amigo pasó el reconocimiento médico en su lugar. El resto de esta historia está escrito de su mano en “Rusia no es cuestión de un día”, tanto la parte que vivió directamente, como la que le contó su hermano mayor Eduardo; las ilustraciones son de su primo José Blanco del Pueyo. Al volver de Rusia se fue andando a Zaragoza con sus camaradas Ferrer, Arnela y Valero, cumpliendo la promesa hecha en el frente de agradecer a la Pilarica la gracia de haber regresado vivos. Ferrer fue toda la vida amigo íntimo de mi padre”.

Interrumpimos la trascripción de la carta y abrimos las páginas de ese libro, “Rusia no es cuestión de un día”. Juan Eugenio pertenecía a una unidad de elite, la 2ª Compañía de Antitanques Divisionarios, a la que le tocó servir en el infierno de Possad. En el libro leemos:

"Los cuatro que quedábamos de Madrid, una noche, cuando ya era inminente nuestra marcha a Possad, prometimos, mano sobre mano, ir a pie al Pilar de Zaragoza, en acción de gracias, si salíamos bien de aquello. De las cuatro manos que, una sobre otra, sellaron en Nueva Miniza el compromiso, sólo las del que esto escribe quedaron ilesas. A Armela, en Otensky, un tiro de fusil le atravesó las dos; a Ferrer, en Udarnik, hubo que cortarle los dedos de las suyas, heladas, porque no pudimos sacarle hasta pasadas unas horas del sitio donde los rusos le habían tirado con dos balazos. Y Castro, voluntario de un peligroso golpe de mano a una de las isletas en poder de los rusos, en la cabeza de puente de Novgorod, perdió entero el brazo derecho, que le quedó colgando de unos pingajos de carne, alcanzado directamente por una granada. De todas formas, aunque nos fue llegando a todos la china, consideramos nuestra escuadra como privilegiada de la fortuna. "Yola" es la única pieza de la segunda de Antitanques que conserva vivos a todos los componentes de su primera dotación".

Me resisto a creer que no hayáis leído ese pequeño libro, pequeño por el tamaño, gigante por el testimonio que expresa. El título no es sino una irónica referencia a una canción que hizo furor entre los divisionarios y en la que una estrofa decía precisamente eso, “Rusia es cuestión de un día, para nuestra Infantería”, a la que los voluntarios del Grupo Antitanque añadieron otra “Pero acabaremos antes, gracias a los antitanques”… Para redactarlo, a sus recuerdos, Juan Eugenio pudo añadir los de su hermano Eduardo, que llegó a Rusia con uno de los Batallones de Marcha y sirvió en la División como teniente y capitán, siendo uno de los héroes de Krasny Bor.

Si alguno no lo ha leído aún, no hay dificultad alguna para localizarlo, ya que el libro está publicado en Internet en la dirección www.rusianoescuestiondeundia.com, siendo de “descarga” gratuita. Lo que le da una inusitada “frescura” al libro es que –la parte en la que se narra la experiencia del contingente inicial, realmente se escribió a la llegada del autor a España, aunque se publicara 12 años después, en 1954. Este hecho tampoco es irrelevante. A fecha de hoy la “literatura divisionaria”, los libros escritos por divisionarios, han acabado por convertirse en un caudaloso rio… pero en 1954 eran pocos, muy pocos, los libros que habían visto la luz. Juan Eugenio fue un pionero.

Habiendo llegado a Rusia como simple soldado, volvió como sargento provisional por la duración de la campaña. Fue galardonado con la Medalla del Primer Invierno, el Emblema de Asalto, una Cruz Roja, una Cruz de Guerra, la Medalla de Sufrimientos por la Patria… También con la Cruz de Hierro. El suyo, a propósito de esta condecoración, es un ejemplo muy significativo. Su nombre no aparecía en los listados de condecorados que realizó la Fundación División Azul en base a documentación del Bundesarchiv alemán. Y sin embargo, Juan Eugenio tenía la concesión oficial, perfectamente legítima, firmada por el Agregado Militar alemán en Madrid, general de brigada Doerr. ¿A qué se debe esto? Como en otros muchos casos, a Juan Eugenio se le había propuesto para la condecoración cuando regresó a España. Pero la concesión aun no había llegado a su poder. Una vez regresado, los que en Rusia quedaban solían perder interés en seguir haciendo gestiones para los ya repatriados, y estos solían desentenderse también del tema. Moraleja: muchos veteranos que debían haberla recibido, se quedaron sin ella. Juan Eugenio no fue de esos. Ya en España, no dejó de insistir ante la Embajada alemana, y finalmente, vía el Agregado Militar, como ya he señalado, le llegó sus Cruz de Hierro de 2ª Clase y la oportuna certificación oficial, firmada en Madrid en 1944… ¡dos años después de regresar de Rusia!

Y el caso es que, en realidad, Juan Eugenio no iba a necesitar esa condecoración para nada. A diferencia de su hermano, que iba a seguir una importante carrera militar, en su futuro profesional tener o no tener la Cruz de Hierro era intrascendente. Juan Eugenio había ido a Rusia por su ideario político falangista, no para hacer carrera militar. Pero tenerla era también reivindicar su paso por la División Azul, algo de lo que siempre estuvo especialmente orgulloso. 

Vuelvo a ceder a su hija Mercedes el uso de la palabra, reproduciendo más fragmentos de su carta:

“En casa, hablaba poco o apenas nada de sus “hazañas bélicas”, ni de la Guerra Civil, ni de la División. Hace algo más de dos años, vino a entrevistarle Óscar González López, el encuentro fue muy grato para mi padre y sin duda es el día que más tiempo seguido le he oído hablar de la División Azul. Desde luego conservaba un especial cariño hacia Rusia, le encantaba todo lo ruso, sus paisajes, sus iconos, sus escritores, sus músicas; los Coros del Ejército Ruso eran un sonido habitual de nuestra infancia, sólo superado por los tangos de Carlos Gardel (le apasionaban los tangos, que por cierto cantaba de maravilla).

A la vuelta de Rusia, comienza su carrera en la Administración, desde abajo, para ir ascendiendo conforme va completando sus interrumpidos estudios (primero el Bachillerato, luego el Graduado Social, luego la Licenciatura en Derecho, luego el Doctorado en Ciencias Políticas y Económicas). Como funcionario, como abogado y como docente, su actividad siempre giró en torno al Derecho del Trabajo y la Seguridad Social. Su carrera profesional, en lo público y en lo privado, fue brillante, y probablemente lo hubiera sido más de no contar con un agudo sentido crítico y una decidida independencia. De especial interés, en lo que a mi familia se refiere, fue su nombramiento como Secretario General de las Mutualidades Laborales de Barcelona en 1947, porque en esa ciudad conoció a mi madre, Mercedes Montagut Sadurní, con la que se casaría, en Madrid, en 1955. Como entonces las mujeres funcionarias pasaban a excedencia forzosa por matrimonio, mi madre dejó de trabajar oficialmente, pero siguió trabajando aunque en exclusiva para mi padre, que no hubiera podido hacer nada de lo que hizo sin contar con ella.

Ocupó entre otros puestos el de Jefe Provincial de Madrid del Seguro de Enfermedad, Jefe del Servicio de Planificación del INP, Secretario de la Mutualidad de Vinícolas y Director de la Mutualidad de Autónomos. Durante varios años dio clases de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas y en el Instituto Social León XIII. En 1952 había empezado a ejercer como abogado, aunque sólo lo hacía ocasionalmente. Su principal ocupación era el servicio público, y su empeño casi apasionado, la implantación y expansión primero, y luego la consolidación y eficacia, del sistema público de seguridad social. En esta etapa publicó varios libros y más de un centenar de artículos.

Llegada la Transición, empezaron a rodar cabezas, y la de mi padre fue una de ellas. So pretexto de horarios e incompatibilidades, le hicieron abandonar su puesto de Director de la Mutualidad Laboral de Trabajadores Autónomos y sus clases en la Facultad. A partir de 1978, se dedicó exclusivamente a la abogacía, actividad en la que continuó hasta hace pocos años, y en la que le acompañé durante más de veinte.

Trabajar, leer, pasear, estar al tanto de lo que pasaba en España y en el mundo: esa era la vida de mi padre. Había sido un forofo del cine antes de casarse; luego le siguieron gustando las películas, pero en casa, en la tele. Cuando éramos pequeños salíamos mucho con el coche, se volvía loco con lo que mi madre llamaba “las piedras”: iglesias, castillos, murallas, no importaba que estuviesen en pie o en ruinas. Nos contaba historias de los sitios que visitábamos. Nos enseñó a que nos gustara aprender cosas.

Su mayor disfrute era estar en familia. Deja esposa, cuatro hijos y tres nietos Aun siendo una persona reservada, en sociedad resultaba muy simpático y ocurrente, con una gracia peculiar, medio gallega medio madrileña. Amigos de verdad tenía pocos, pero muy buenos”.

Muchas veces lo hemos repetido, pero todavía siguen siendo pocas: algún día habrá que hacer balance de todo lo que aportaron nuestros divisionarios a la vida española. No solo vertieron su sangre (muchos de ellos en España y en Rusia) sino que, llegado el momento en que las armas se silenciaron, siguieron en primera línea su lucha por su Patria, por su Pueblo. Creo que a este respecto la biografía de Juan Eugenio Blanco es especialmente reveladora.

La vida laboral de Juan Eugenio Blanco estuvo vinculada –como nos contaba su hija- al mundo de la Seguridad Social y de las Mutualidades Laborales, desde su formación de jurista. Una visión simplista, burda, de las cosas diría algo así como que si había sido un luchador anticomunista, las cuestiones de la justicia social le eran indiferentes. Y la realidad es exactamente la opuesta.

Cuando se habla de justicia social, la mente de algunos se va hacia las reivindicaciones ultra-radicales, utópicas, hacia la lucha de clases, etc. No son pocos los que creen que esa justicia solo se consigue lanzando a obreros contra patronos. Falange vino a predicar lo contrario: había que acabar con la lucha de clases (también, por supuesto, con la que practican capitalistas contra obreros). ¿Cómo articular, como dar concreción, a esa propuesta falangista, más allá de la pura retórica política?

No por casualidad, toda la política social desarrollada por el régimen de Franco procedía de la inspiración falangista, sino que además en gran medida fue ejecutada directamente por falangistas, y en no pocos casos esos falangistas habían sido divisionarios.


En concreto, el ámbito donde nuestro camarada iba a dejar su huella más profunda fue en el del Mutualismo Laboral. Las Mutualidades Laborales –hoy virtualmente desaparecidas- desarrollaron durante el régimen de Franco un sistema de seguros sociales con aportaciones obligatorias de empresarios y trabajadores por ramas de producción, que complementaban los seguros gestionados por el Instituto Nacional de Previsión (INP). Eran dependientes del Ministerio de Trabajo y contaban con participación de la Organización Sindical en gestión. Sus fondos de reserva fueron utilizados en la modernización del país y en inversiones sociales en vivienda y formación, por ejemplo, en apoyar las Universidades Laborales, y ofrecer becas y préstamos a bajo interés a los mutualistas. Las Mutualidades nacieron con un carácter particularista, pues englobaba cada una a los que trabajaban en determinado sector de la actividad económica, pero serían el complemento del sistema general de seguros sociales, en un sistema paralelo al desarrollado por el Instituto Nacional de Previsión. Se organizaban en la empresa y su objetivo es proteger al trabajador y a su familia en la enfermedad, invalidez, vejez. Empresa y familia representaban los pilares básicos de la política social. Se trataba de desarrollar una idea muy presente en el ideario falangista, que era la de convertir la empresa, en comunidad natural de trabajo, y a la vez integrada y sometida a los intereses de la comunidad nacional, por lo que contribuía de manera eficaz al sostenimiento del sistema, haciendo posible la integración de los trabajadores y asumiendo tareas de gestión, como la de decidir la cuantía de las cuotas y de las prestaciones según los distintos sectores laborales. José Antonio Girón, el gran ministro falangista de Franco, lo expresó así “Hoy ya, sobre la empresa, pesan cargas y deberes sociales, que tienden a humanizarla al obligarle a considerar al trabajador -elemento el más importante de la misma-, no como fuerza de producción, sino como ser social, hombre en fin”.

Aparte de su función en el ámbito de los seguros sociales, La vinculación del Mutualismo con las Universidades Laborales fue una de las realizaciones más notables, y recordemos que las citadas Universidades Laborales fueron una de las realidades mejor recordadas y posiblemente más valoradas de la política social del franquismo. Todo el mundo las a socia, y con razón, al Girón, pero sin embargo es poco conocido que en realidad el trabajo “cotidiano” que se hacía para impulsarlas estaba en manos del Subsecretario de Trabajo con Girón, que no era otro que el falangista y veterano de la División Azul Carlos Pinilla. El Mutualismo también apoyó la Obra Sindical del Hogar y ofreció su colaboración al Instituto de la Vivienda, dos instituciones que realizaron la prodigiosa hazaña de ofrecer a los millones de españoles que desde el campo se dirigieron a las ciudades en aquellas décadas una vivienda digna.

Ese fue el edificio que Juan Eugenio Blanco contribuyó decisivamente a poner en pie, desde cargos directivos, y como profesor Asociado de Derecho del Trabajo en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, será el encargado de divulgar y dar información detallada de las Mutualidades Laborales en la Revista de Derecho del Trabajo desde 1954 hasta 1963.


Citaremos algunos ejemplos de sus artículos en esa publicación.
  
Nº de la “Revista de Derecho del Trabajo” y artículo firmado por J. E. Blanco en él.
1 - enero-febrero – 1954
El Mutualismo Laboral,
2 - marzo-abril- 1954
Las Mutualidades Laborales y el problema de la vivienda
3 - mayo-junio – 1954
El Montepío Nacional de la Dependencia Mercantil
5  -septiembre-octubre -1954
Examen comparativo de las prestaciones en los Estatutos de las Mutualidades Laborales
6 - noviembre-diciembre -1954
La Mutualidad Laboral de Banca
8  - mayo- junio -1955
La Mutualidad Laboral de Seguros
11 - septiembre-octubre -1955
El Servicio de mutualidades laborales. Estudio acerca de sus atribuciones
13 - enero-febrero – 1956
El salario regulador de prestaciones
16 - julio-agosto -1956
La prestación de acción formativa
38 - marzo-abril -1960
El Crédito laboral de Vivienda,



Son, salta a la vista, publicaciones técnicas que, quitando a expertos, no suele leer nadie. Pero su lectura demuestra la extraordinaria capacidad intelectual de nuestro camarada fallecido. Porque no solo eran artículos. Por esas fechas daría a la imprenta también varios libros:

“La asunción de obligaciones por la empresa sucesora” (1957),
"Mutualismo Laboral" (1958),
"Antología del nacimiento de la Previsión Social española (1908-1910)” (Editado por el Instituto Nacional de Previsión, 1959),
"La justicia laboral" (en colaboración, 1961),
"La planificación de la Seguridad Social española desde 1957 a 1963" (Fue editado por Ediciones Marte, en 1963, lo que debe ser subrayado porque Ediciones Marte era la editorial del camarada divisionario y grandísimo escritor Tomás Salvador; por otra parte, hay que señalar que se trata de una obra de 568 páginas!)
"Estudio de los convenios colectivos y su repercusión en la Seguridad Social" (1963).

Su hija Mercedes nos contaba que escribió unos 150 artículos, entendiendo como artículos estas densas aportaciones a publicaciones del mayor nivel, no simples aportaciones a diarios. Opinaba Mercedes que:

“Tienen un interés limitado a los expertos en la materia, se trata de publicaciones en revistas especializadas y por eso no sabría qué criterio seguir para poner los más interesantes. Escojo citaros unos pocos simplemente porque el título es más sugerente: - Reflexiones en torno al salario mínimo (1952) - La Seguridad Social en la URSS (1957) - Doctrina Pontificia sobre Seguridad Social (1961) - La sobrevenida inferioridad del funcionario público en el ámbito de la previsión social (1963) - La consideración igual de los iguales (1967) Muy de tarde en tarde publicaba en periódicos, eran artículos de menor nivel técnico, esencialmente divulgativos, por ejemplo algunos aparecidos en el Diario "Pueblo", que era el órgano de los Sindicatos - Los seguros sociales y la más justa distribución de la riqueza (14-9-1957) - Pensión unificada de jubilación (13-3-1958) En los tiempos más recientes, los estudios que publicó solían ser jurisprudenciales, y podéis dar con ellos en Internet”.

En efecto, nos pusimos a buscar y encontramos montones de ellos. A modo de ejemplo, reseñamos algunos: Publicaciones en revistas jurídicas


Publicaciones en revistas jurídicas
“Revista iberoamericana de seguridad social”. Vol. 14. - 1965,

La afiliación en la Ley española de bases de seguridad social de 28 de diciembre de 1963

La sentencia del Tribunal Constitucional de 24 de Enero de 1984: Una sentencia coyuntural.

Aranzadi social”      Nº 5, 2002,
Un original sistema de prestación complementaria de la seguridad social: el "seguro de sueldo" de los trabajadores de Telefónica, S.A
 

Seguía contándonos Mercedes:

“Una serie pequeña dentro de sus publicaciones (doce) fueron entradas de la Gran Enciclopedia Rialp (GER) "Cruz Roja", "Mutualismo", "Normas sociales", "Seguridad Social" y una más curiosa, "Mafia". También hay otra muy pequeña serie de artículos sobre temas históricos, y una bastante curiosa también que creo conocéis "Tropas españolas en Europa a principios del siglo XIX: la División del Marqués de la Romana"; no sé decir dónde se publicó, me suena que por los años 50 tengo el recorte en casa quien sabe dónde; alguien se tomó el trabajo de publicarlo en Internet, en http://www.1808-1814.org/articulos/siglo19.html

Hasta hace relativamente muy poco tiempo, esa brillante inteligencia que era nuestro camarada, el Doctor en Ciencias Políticas Juan Eugenio Blanco seguía produciendo estudios, que aparecían en publicaciones de tan alto prestigio como los Anales de la Real Academia de Doctores.


 

Anales de la Real Academia de Doctores,

Un episodio de bandolerismo durante la guerra de la Independencia. Los "muchachos de Santibáñez"

Azorín, Azaña, Antonio Espina, Sánchez Mazas y los soldados de Salamina


 
Para nosotros, para la Hermandad, Juan Eugenio Blanco no podía quedarse en el recuerdo como un simple combatiente, como el autor de un libro divisionario. Había que subrayar su tremenda altura intelectual, su gran talla política. Muchos creen que la División Azul fue tan solo un alarde valor, un derroche de testosterona, y así… no entienden nada. Hablan de aventureros, de “desclasados”, de gente que iba por la paga… ¡Cuantísimas tonterías y que absoluto desconocimiento de quienes fueron los divisionarios! La División Azul no fue una aventura militar, fue una empresa política, movida por el ideario falangista, y en la que participó lo mejor de la juventud española. Por eso la División Azul, además de la belleza épica de su gesta en Rusia, aportó a España un granado grupo de políticos que, desde Ayuntamientos, desde Sindicatos, desde Diputaciones, desde Mutualidades, etc., impulsaron en España el progreso y la justicia. Juan Eugenio Blanco Rodríguez es, en este sentido, paradigma de los divisionarios. Porque, además, conforme ya os señalamos, Juan Eugenio era uno de esos guripas que nunca olvidó su paso por la División Azul, todo lo contrario. Bien lo sabemos nosotros, que siempre recibimos de él el mayor de los apoyos. Por eso desde la Hermandad de la División Azul de Alicante le hemos querido dedicar estas líneas”. 
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[*] Artículo publicado en BLAU DIVISION, octubre-2014

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